2.8.11

El Torrente y el Río, 17ª fábula de Samaniego

17ª fábula de Samaniego
Despeñado un Torrente
de un encumbrado cerro,
caía en una peña
y a tronaba el recinto con su estruendo.

Seguido de ladrones
un triste pasajero,
despreciando el ruido,
atravesó el raudal sin desaliento.

Que es común en los hombres
poseídos del miedo,
para salvar la vida,
exponerla tal vez a mayor riesgo.

Llegaron los bandidos,
practicaron lo mismo
que antes el caminante,
y fueron en su alcance y seguimiento.

Encontró el miserable
de allí a muy poco trecho
un Río caudaloso
que corría apacible y en silencio.

Con tan buenas señales
y el póspero suceso
del raudal bullicioso,
determinó vadearlo sin recelo.

Mas apenas dio un paso,
pagó su desacuerdo
quedando sepultado
en las aleves aguas sin remedio.

Temamos los peligros
de designios secretos;
que el ruidoso aparato,
si no se desvanece, anuncia el riesgo.

Pongámoslos con mayúscula, que hay personas que con su forma de ser, se parecen a ellos.

1.8.11

Los Navegantes, 13ª fábula de Samaniego

Lloraban unos tristes pasajeros
viendo su pobre nave, combatida
de recias olas y de vientos fieros,
ya casi sumergida,
cuando súbitamente
el viento calma, el cielo se serena,
y la afligida gente
convierte en risa la pasada pena.
Mas el piloto estuvo muy sereno
tanto en la tempestad como en bonanza.

Pues sabe que lo malo y que lo bueno
está sujeto a súbita mudanza